miércoles, 14 de julio de 2010

Entrevista al Dr. Marco A. Barroso Rojas

Día del Médico
Pasión y adrenalina en la sala de urgencias

Cruz Elia DOROTEO
23/10/2009, 00:10:04 AM


**Entre batas blancas trabajan, bajo presión y contra reloj, los médicos de diversas instituciones médicas


Mientras algunos habitantes se encuentran en casa descansando, la adrenalina se vive al máximo en los nosocomios de la ciudad de Oaxaca.

Tal es el caso del médico Marco Adolfo Barroso Rojas, especialista en Urgencias del Hospital Civil, “Prácticamente desde los 8 años de edad quise vestir de blanco, creo que de allí me surgió el gusto por la Medicina, soy de las personas que piensa que se nace con la vocación”.

Portando una bata blanca, cubre bocas, se recarga en la silla y no puede disimular la sonrisa que le provoca hablar del tema, cuando los recuerdos vienen a su mente.

El piso blanco es trapeado por el personal de aseo cada dos horas, mientras el cloro se entremezcla con el olor de cada paciente, surge así un aroma particular en el área de Urgencias del Hospital Civil, el cual se encuentra dividido en cuatro zonas:
Valoración crítica, es donde reciben a los pacientes que recién ingresan al hospital por el área de urgencias, aquí se les examina de acuerdo a la edad del paciente: que a su vez está subdividida en valoración para adultos, Ginecológica y Pediatría.

Existe un pasillo que une a esta parte de urgencias con Área de Urgencias 2, que es el lugar donde se hospitaliza el paciente una vez de la evaluación hecha en el área anterior, ésta también se encuentra dividida en adultos y niños; además existe el Área de Quirófano y de Terapia Intensiva (donde se encuentran los pacientes más graves).

El ruido en esta zona del hospital, urgencias, es especial, los sonidos se revuelven; el ventilador se escucha a lo lejos, como parte del ambiente, al mismo tiempo que se escucha el tic-tic del monitor de algunos pacientes y no pueden faltar algunos comentarios de los médicos.

Una estudiante de Medicina se acerca al radio para buscar una estación que transmita toda la noche, para sentirse acompañada, pues aún son las 22:18 horas y la jornada apenas inicia.

“¿Por qué trabajo en urgencias?, porque es tanta la adrenalina, que se te quita el sueño”, explica el doctor Barroso Rojas.

En la parte del extremo derecho de urgencias adultos, en la pared que da a la calle, han puesto un cubículo para el especialista en Urgencias, aunque éste casi nunca se encuentra, por el exceso de trabajo.

Y se han cambiado las ventanas corredizas, recuerda el médico, porque un paciente que se encontraba con sobredosis intentó escaparse por la ventana y se aventó hacia la calle, lo cual significa tan sólo un ejemplo de tantos casos que ha visto el galeno, a largo de más de nueve años de experiencia en este hospital.

Estudió la preparatoria y la carrera en la URSE y la residencia en Monterrey; originario de Cacahuatepec, Mixes, este doctor ejerce su profesión el mayor tiempo posible, trabajando tanto en el Hospital Civil, como en consultas en una clínica particular.

Barroso Rojas no puede negar la emoción que le invade cuando habla sobre su profesión: “Cuando llega un paciente sientes la necesidad de saber qué tiene para saber qué es lo que le vas a dar, pero no es necesariamente lo que él te pida, sino lo que él necesita”.

A decir del doctor, urgencias es el lugar donde todos saben qué hacer, cada quien sabe qué papel o que rol desempeñar, a pesar que los médicos siempre trabajan contra reloj.

Mientras Barroso comenta cómo ha sido su vida desde que decidió ser médico, se escucha una voz de hombre, al parecer otro compañero de trabajo, diciendo: “se va a necesitar sangre”.

Durante la noche, en urgencias adulto sólo hay un médico adscrito, dos residentes, y dos internos; todos ellos utilizando el equipo necesario y velando los sueños de los pacientes para salvarles la vida.

En los espacios de urgencias adultos y niños se siente calor, producto de los pacientes y movimientos de los doctores, al mismo tiempo que en la sala de espera el frío se empieza a colar por la puerta donde entran las ambulancias.

Otro galeno, Joel Ramírez, a su vez atiende a los pacientes de valoración adultos; en tanto, en el consultorio de junto se encuentra el ginecólogo atendiendo a una paciente que llegó con dolores de parto.

20 minutos más tarde, llega un señor de aproximadamente 40 años cargando una jarra de plástico transparente, con café y su hijo de 19 años, con una bolsa de pan y unos vasos desechables, para ofrecerles a las ocho personas que se encuentran en la sala de espera y especialmente a los doctores.

“Vamos a pasar a la chiquita a Pediatría”, es la voz fuerte de una enfermera que se dirige al encargado de esa área; en tanto, las sirenas de las ambulancias ya no se escuchan, son las 0:45 horas, ya es jueves, a los familiares de los pacientes que se encuentran en la sala de espera, los ha vencido el sueño.

Parece que todo empieza a ser quietud, pero entran cuatro personas al pasillo de urgencias. “¡Ay, me duele!”, se queja una señora de unos 40 años, quien apoyada de un joven camina y se dirige a valoración para adultos.

Una mujer que la acompaña explica al doctor que se cayó de la escalera y se lastimó con el lavadero. La enfermera intenta ponerle suero, pero la paciente no se deja recostar en la camilla.

“¡Sí puede, madre!, ¡sí puede!, no te muevas más y ya no te va a doler”, le dice el médico dirigiéndose a la enferma, quien después de lamentos se recuesta en la camilla y así la enfermera puede realizar su trabajo.

Mientras el doctor Ramírez lee un libro azul de Urgencias, sentado en la sala de espera, frente al pasillo que divide valoración de urgencias 2, el camillero se lleva a la paciente para acomodarla en el mismo pasillo, al lado de un paciente que se encuentra también con suero.

Frente a valoración para adultos se encuentra el cubículo de control, a lado el área de caja, de donde sale el sonido de una máquina de escribir, que a su vez se confunde con el trapeador que se sumerge en el agua de la cubeta.

La iluminación del pasillo sólo depende de nueve focos cuadrados, ya que dos de ellos se encuentran fundidos.

A las 2:15 horas, mientras en la radio se escucha la canción de Nicho Hinojosa, “Ojalá”, llega una paciente procedente de Coixtlahuaca, temblando de frío, encaminándose a valoración ginecológica, la enfermera le toma la presión y también el pulso, al momento que dice: “Ella va a un traslado para cesárea”.

Ya a las 2:40 hrs., llega una señora diciendo: “Traigo mucho dolor en la boca del estómago”. El doctor de valoración para adultos, quien se encuentra en el pasillo en una silla de espera, pregunta:
-¿Está embarazada?
-No - contesta la señora.

El doctor se dirige al consultorio, seguido de la paciente que con pasos lentos y con la mano derecha se toca a la altura del ombligo, esta imagen es interrumpida por una voz que dice “camillero, camillero”.

“Familiar de Maritza, venga por acá, por favor”, dice la enfermera con voz fuerte en la sala de espera. Llega un hombre, al parecer es el esposo y se le dan indicaciones.

Media hora después, la enfermera se acerca al paciente que está en una camilla en el pasillo recibiendo suero, para administrarle sangre, la noche va casi terminando, mientras el ruido, tanto de la máquina de escribir, como el quejido de los pacientes se vuelve monótono, los oídos se acostumbran y llega un momento en el que ya no son perceptibles.

El consultorio del doctor Joel Ramírez (valoración adultos), está ambientado por una camilla, báscula, ventilador, televisión, anaquel, ventana con cortinas verdes, un escritorio, tres sillas, dos azules y un sillón para él, un baumanómetro, máquina de escribir y un banco metálico.

Al momento que el galeno Ramírez atiende a una paciente, a las 6:22 horas, Estefanía de 15 años, en silla de ruedas, le toma el pie derecho y se lo alza como examinándola. “La voy a mandar a trauma”, dice el médico dirigiéndose a la madre de la joven.

Seis minutos más tarde entra al consultorio el señor quien se encontraba en el pasillo con suero y que también se le suministró sangre, junto con su hija.

“¿Cómo está Pedro?, mejor ¿verdad?, te voy a poner una nota y te voy a mandar a ser estudios con el urólogo, hay que tomar muchos líquidos”.

El doctor hace las indicaciones en la máquina de escribir.

Ya cuando el sol empieza a salir, a las 7:35 horas, llega una ambulancia con un paciente. “¿Cómo te llamas?, ¿cuántos años tienes?, ¿sabes qué te pasó?”.

Fueron las preguntas que le hizo el médico al paciente recostado en una camilla, a quien lo acomodan en el pasillo (viene del hospital regional de Pochutla).

Mientras el médico camina por el pasillo de urgencias, le entregan su tarjeta para ‘checar’.

La guardia está a punto de terminar y el doctor Joel Ramírez hace los últimos apuntes en una libreta de pasta gruesa, donde al parecer llevan los historiales de los pacientes, para después dirigirse a otro hospital donde también trabaja.

Al tiempo que el sol entra por las ventanas, en el pasillo se encuentran siete camillas y sólo una ocupada.

Las batas de los doctores han quedado arrugadas, las miradas de ellos se ven agotadas, en cuanto los del nuevo turno, entran limpios y con una sonrisa en la cara.

Mientras eso sucede en el Hospital Civil, no es diferente en las clínicas particulares, donde también existen especialistas que viven bajo presión y con adrenalina, como es el caso del doctor Rolando Agüero Morales, quien es gastroenterólogo de la Clínica 2002, estudió Medicina porque le llamó la atención, tiene familiares médicos y los padres de sus amigos también eran médicos y allí es cuando le empezó a gustar su profesión.

Mientras habla de la Medicina, no puede ocultar el emocionarse, al tiempo que comenta que estudió la carrera en la URSE y la especialidad en el ISSSTE en la Ciudad de México.

“Como médico y cirujano, ante una urgencia, desconoces a lo que te vas a enfrentar llegas y revisas; cada paciente es un examen sorpresa, no sabes lo que te vas a encontrar”, comenta con seguridad Agüero.

Esto lo dice porque recuerda muy bien que ha atendido a baleados, apuñalados, por eso que le gusta urgencias, tiene que actuar de inmediato, no tiene mucho tiempo para atenderlos y así poder salvarlos.

En una ocasión llegó un paciente con nueve impactos de bala, venía con el estómago perforado, intestinos, hígado, un riñón y pulmón; su cirugía duró seis horas.

Y al final, el salvar a las personas es la gratificación de tantas horas de trabajo.

No está al pendiente del tiempo, “sabes a qué hora inicias, pero no sabes a qué hora vas a terminar; no te acuerdas de tomar agua, de comer”, explica Rolando con un brillo particular en sus ojos.

También se acuerda de uno de sus pacientes, quien después de salvarle la vida, se encuentra muy agradecido, pues cada que puede le habla para saludarlo.

Este paciente tuvo un altercado en Pochutla, estuvo primero en un hospital, pero que ya no lo podían atender, ya que no se podía hacer nada.

Recuerda que le hablaron un domingo y a pesar que no se encontraba en la ciudad, viajó para atenderlo. Estuvo cuatro semanas internado, lo operó cuatro veces y salió muy bien.


Mientras cuenta esas anécdotas de su vida, el doctor Rolando se ve muy seguro. “Aunque en esta profesión a veces se pierde”, pues hace referencia a una persona que llegó balaceado.

Este señor se encontraba bailando y le dispararon. Inició con la cirugía a las 6 de la mañana y terminó a las 6 de la tarde. Salió de la cirugía y terapia intensiva y a los 2 días murió y los familiares se molestaron porque pensaron que él había tenido la culpa y no se acordaron de aquellos que lo balacearon.

El doctor Agüero es médico de tiempo completo, porque además de trabajar en esta clínica, es cirujano en otra institución, cuenta ya con 13 años como especialista.

Y así, estas personas prefieren pasar su vida vestidos de blanco como característica principal de un médico, entre el ruido de las sirenas, trabajan bajo presión y con la adrenalina al máximo.

Fuente: El imparcial en linea, Oaxaca.

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